Versos imperfectos
Parece producto del guion de una película de ciencia ficción, pero no es así. Ha llegado el día, ansiado por unos aunque temido por otros, en que la tecnología da un paso firme hacia la usurpación de la identidad humana. Los programas informáticos ya son capaces de emular las creaciones artísticas que los hombres considerábamos fruto exclusivo de la humanidad. Un programa de inteligencia artificial de la compañía Microsoft, el software Microsoft Little Ice, ha irrumpido en el mundo editorial. No como personaje de alguna novela o estudio, sino como autor de un libro de poesías. Publicado por la editorial pequinesa Cheers Publishing, el libro se titula La luz solar se perdió en la ventana de cristal cy consiste en una recopilación de ciento treinta y nueve sonetos.
Sin embargo, estos no son los únicos versos elaborados por el programa informático. A partir de los sonetos escritos por quinientos diecinueve poetas diferentes en los últimos noventa años, fue capaz de componer, por medio de un algoritmo, diez mil poemas en un lapso de ciento quince días, es decir, casi ochenta y siete sonetos por día. De entre todos estos, se seleccionaron los considerados mejores para su publicación.
Pero, ya antes de la puesta en venta del poemario, algunos de estas composiciones fueron difundidas en foros de literatura de Internetbajo pseudónimos. Los promotores de esta iniciativa destacaron que no muchos lectores se percataron de que el autor no era humano. Es más, se esfuerzan por recalcar que al software puede atribuírsele inspiración gracias a un sistema sensorial que permite la respuesta a estímulos visuales y sonoros, así como un «estilo único y una voz propia».
A pesar de los argumentos esgrimidos por los editores e informáticos, ¿es Little Ice un auténtico autor? ¿Puede aceptarse que un conjunto de reglas y directrices automatizadas supla a la creatividad y la imaginación? Cierto es que para la creación literaria resulta imprescindible respetar una serie de normas (gramaticales, sintácticas…), pero esto no debería equipararse a un análisis informático. No es lo mismo elaborar una obra como resultado de años de lectura y práctica que componer una serie de sonetos en cuatro meses a partir de un algoritmo.
El valor que se le da a las creaciones humanas no reside solo en la calidad estética, sino en el trabajo y esfuerzo que existen tras ellas. Por más que el talento juegue un papel clave, la dedicación cuenta con un peso mucho mayor. Es por ello por lo que, en plena especulación acerca de qué oficios serán los primeros en desaparecer, deberíamos detenernos a reflexionar no solo si el que la tecnología arrebate los puestos de trabajo es deseable, sino si afectaría a la identidad del ser humano. La belleza del arte reside en la habilidad para empujar la capacidad de inventiva más allá de los límites establecidos.
Es posible que en unos años, programas informáticos sean capaces de escribir novelas y ensayos. No obstante, me atrevo a afirmar que perderían ese toque especial que reside en toda obra humana, ese toque de gracia que proviene de unos seres imperfectos que aspiran a una perfección inalcanzable.
Cristina Landín Jiménez.